LOS POZOS DE EL CAFÉ "HISTORIA LOCAL" (MUNICIPIO JOSE RAFAEL REVENGA -ARAGUA- VENEZUELA) (Por: José Javier Durán Romero)

LOS POZOS DE EL CAFÉ

JOSE JAVIER DURAN ROMERO (2002)
CRONISTA OFICIAL DEL MUNICIPIO JOSE FELIX RIBAS-ESTADO ARAGUA -VENEZUELA
EX-CRONISTA DE EL CONSEJO - ESTADO ARAGUA - VENEZUELA

   Como les he contado en otras historias de nuestro municipio José Rafael Revenga, que les recuerdan lo especial que es nuestra gente, cuando se trata de un buen y refrescante baño en las aguas del: Río Tuy, laguna, quebrada, balneario o pozo. Apenas le asoman la idea de ir a darse un chapuzón, inmediatamente su imaginación comienza a volar y crear casi instantáneamente, maneras de como alistarse para partir al sitio de goce y disfrute: medio de transporte, logística, vestuario, día y hora del evento. 

   
   Si hablamos del medio de transporte, cualquier cosa es buena con tal de llegar al sitio: en autobús, carro, bicicleta, caballo o burr@, y si no hay nada de eso, no importa en realidad, porque aunque sea a “patíca” se llega, por más lejos que quede el balneario

   De la logística, depende del poder adquisitivo con que se cuente en ese momento. Si se tiene mucho, bueno, se puede planificar: una buena parrilla, sancocho, refrescos, bebidas, chucherías y golosinas, para los muchachos y los no tan muchachos; y todo lo que haga falta de utensilios para la preparación: cavas, ollas sancocheras, carbón, cubertería, pan, yuca, condimentos y todo lo que pueda imaginar para un buen banquete rural. 

   Si no se cuenta con mucho dinero, la verdad tampoco importa, porque como les dije, para “gozar un puyero”,  dándose un buen baño en un pozo o río, lo que verdaderamente hace falta son las ganas, y eso para nosotros los vecinos de este municipio, es lo que nos sobra y tenemos hasta para exportar. Porque “con dinero o sin dinero”, el turismo comunal es económico, y el disfrute con los panas y la familia “no tiene precio”.

   Uno de esos balnearios, que han sido predilectos desde que se tenga conocimiento y mucho antes, ha sido “Los Pozos de El Café”.  

   Estos pozos, se encuentran ubicados en las nacientes de la quebrada El Caféal Nor- Oeste del municipio Jose Rafael Revenga del estado Aragua; esta nace en “la fila del Topo El Peñón”, hace confluencia un poco más abajo con otra quebrada llamada “El Potrero”; tributandole sus afluentes a la quebrada Seca, unos kilómetros más adelante. Hasta aportar las aguas de estas tres quebradas  al Río Tuy

   Son cientos las historia, cuentos y anécdotas,  que podríamos contar sobre estos pozos, de las personas que los han visitado y disfrutados por cientos de años. Incluso, estoy más que seguro, que nuestros aborígenes durante miles de años, también se refrescaron en estas cristalinas aguas, aparte de hacer sus: tributos, ofrendas y ritos a sus dioses. 

   Como son muchas las historias que me han contado, preferí reunirlas en una sola, aparte de relatarles también,  mis experiencias vividas y disfrutadas durante mi infancia y juventud sobre estos hermosos balnearios de frías aguas.  Por esos les contare esta en primera persona, pero claro, incluyendo en ella el aporte de las muchas personas que me contaron sus anécdotas; a las cuales les agradezco por eso.


   Desde muy pequeño, cuando era yo un muchacho de doce años, comencé a visitar esos pozos  en compañía de mis hermanos, mi tío Amador (el artesano); y muchos amigos vecinos de las calles: Cesar ZumetaGarcía de CenaCampo ElíasCalle Bolívar entre otras. Que eran las que estaban más cerca de la casa donde vivía y son los amigos que nos reuníamos a jugar todos los fines de semana en la calle: pelota de goma, fusilado, Tonga, Voleibol, Futbolito y otras cosas. 


   A esa edad no podíamos salir hacer turismo comunal, sin la compañía de algún mayor de edad que nos “representara y cuidara”. Entonces fungía como encargado de la comarca de muchachos, a mi tío Amador Durán y unos compañeros de él, que también eran mayores que nosotros. 

   Salíamos una banda como de 15 chamos jodedores, rumbo a los pozos, de madrugada a eso de las cinco; con nuestros implementos y abastecimientos para el largo recorrido: una mochila, un cuchillo, sal para los mangos, pan, atún, galletas y refrescos; lo demás, como el papel higiénico, no hacía falta, porque agua y monte había bastante…. Me contaron, “pero este no fue mi caso claro”; también llevaban en el morral: un mecate y unas zanahorias, pero de verdad, no sabía para qué era eso,  aunque después, supe cuál era el fin de esos materiales. 

   Nos encontrábamos en la plaza Bolívar, donde esperábamos a Amador y sus amigos mayores, que eran los que nos “cuidaban”, y  se conocían el camino.

    Comenzaba la caminata, primero por la calle Bolívar, hasta la Bomba del Nido, luego entrabamos a mano izquierda, por la carretera hacia Quebrada Seca. Ese recorrido duraba como media hora hasta llegar a la iglesia del pueblo de quebrada seca, allí virábamos otra vez  a la izquierda vía hacia El Café, donde la carretera ya era de tierra,  más larga, empinada y escabrosa.

   Pero a nosotros no nos importaba eso, lo que nos motivaba a seguir caminando era que nos íbamos a bañar en los pozos, y que durante el recorrido íbamos hablando y echando vaina; típico de cualquier muchacho aventurero de la época. 

   Pasábamos por la antigua hacienda El Café (ya abandonada y en ruinas), y uno de sus últimos dueños fue el sr. Pedro Biaggi, donde todavía existe: el antiguo ingenio, la casa vieja y el gran patio; allí se extendía la mercancía para que se secara al sol. 

   Cruzábamos varias veces la quebrada Seca, que en tiempos de sequía permanecía sin agua, hasta que se llegaba a la altura de la hacienda donde se empezaba a ver el agua que venía de la montaña arriba. A medida que nos incursionamos en la montaña, se ponía más boscoso y más agua en la quebrada

   Por el camino se podían recoger: mangos, naranjas, cambures y otras frutas silvestres típicas de la zona agrícola.  La carretera se ponía aún más inclinada, ya el cansancio comenzaba a sentirse por la caminata desde El Consejo. Pero no había tiempo para descansar si queríamos llegar temprano a los pozos. 

   Ya a esa altura del camino, llevábamos como hora y pico de caminata. Si sentía una pequeña curiosidad durante el camino de algunos muchachos mayores que yo, que ya habían subido varias veces a los pozos. Porque comentaban entre ellos, se reían de los que decían sobre algo que había allá y que a ellos le causaba gran entusiasmo por llegar. Pero como le dije antes “ese no era mi caso, porque yo era un muchacho sano y era la primera vez que subía”. 

  
 Ya casi al llegar al sitio donde se  empezaba a bajar la quebrada  El Café, se encontraba en la carretera una especie de cueva pequeña y alta en un talud de tierra de la carretera, allí, Amador con los amigos mayores se paraban a esperar a los demás, que algunos veníamos con la lengua afuera de lo empinado del camino. 

   Cuando llegaban todos al sitio donde estaba la pequeña cueva, Amador decía: -“ahora aquí hay que cada uno lanzar una piedra dentro de la cueva, para poder pasar y continuar el camino hasta los pozos. El que no logre meter la piedra en la cueva, no puede continuar caminado, porque los espíritus de la montaña, no lo van a dejar pasar”. 

   Amador y muchos otros, ya expertos en la materia, lograban con facilidad meter la piedra en la pequeña cueva, otros más inexpertos como yo, nos costaba mucho meterla, por lo alto. Ellos continuaban su camino y nosotros una decena de veces, intentábamos introducir la bendita piedra. Mientras más intentábamos, más lejos iban los que ya habían  podido pasar el reto. Se logra por fin meter la piedra, y continuar corriendo para poder alcanzar a los otros, que ya iban lejos. 

   En una gran curva de caracol de la carretera de tierra, nos volvían a esperar Amador con  los más expertos, en ese lugar en específico, era donde se dejaba la carretera y se comenzaba a entrar en la montaña abajo, buscado la quebrada El Café; que apenas se oía el sonar de sus aguas chocando con las piedras. 

   En esa montañosa y abrupta bajada hacia la quebrada, era donde los más jóvenes nos  desprendíamos de los expertos y comenzábamos a bajar de forma rápida. Claro “todo en bajada es golilla…”. 

   Amador, sabiendo que lo dejaban atrás y que tenía que estar “pendiente” de nosotros, nos gritaba con voz roca y fuerte: - “Espérenme, que yo soy el más débil…”. 


   Al terminar de llegar a la quebrada, después de bajar el cerro, el caudal de agua era mucho mayor, las piedras inmensas y el estruendo del agua enorme. Pensábamos que habíamos llegado, pero no veíamos los pozos profundos, solo pequeños pocitos de apenas un metro de profundidad.   

    Amador  y los expertos sonrientes decían: -“Todavía falta cruzar la quebrada, volver a subir parte de la montaña y luego volver a bajar a la quebrada para llega a pozo El Gallo o Pozo La cruz”, (el primero de los pozos de El Café). 

   Un poco cansados y desmotivados por no haber llegado a los pozos, agarrábamos un segundo aire,  pasábamos la quebrada de un agua muy fría; y comenzábamos a subir de nuevo en cerro, pero esta vez del lado opuesto. 

   Continuando el camino inclinado y estrecho, caminamos unos quince minutos más. Algo si me percate en el último recorrido antes de llegar al pozo, muchas huellas de casquillos de equinos y bosta abundante por toda la pequeña vereda. Cosa que seguían murmurando los amigos más expertos, que le causaba gran alborozo al verlos, como cuando uno sabe que algo bueno está por llegar. 

    Yo, con mi inocencia de inexperto, quedaba con gran incertidumbre, pero con gran curiosidad a la vez, de que es lo que tanto comentaban. 

  Llegamos por fin al primer pozo (El Gallo o La Cruz), ¡que hermoso era para mí…¡. Era una mediana alberca de colores azul y verde, con una pequeña cascada espumante. 

  Los primeros y sin esperar a descansar que se echaron un chapuzón: Amador y los amigos mayores de él, luego, los chamos que ya habían subido antes; y por ultimo con un poco de timidez, pero con gran alegría, nosotros los más chamos. 


    Amador, “pendiente de notros” decía: - “el que no sabe nadar que no se tire al pozo”. Pero aquí todos los que vinimos, teníamos otras experiencias de lagunas y otros pozos como: La Bombita, y la laguna de Barrios; que nos facilitaba el nado.

   Increíble lo helada del agua del primer pozo, allí estuvimos un rato, pero había que seguir subiendo a los otros pozos, lo cual nos salimos y continuamos subiendo. A escasos 100 metros, encontramos el segundo pozo (Pozo El Caldero del Diablo). Una piedra grande en forma de olla, con un diámetro de unos 1.50 metros, y una profundidad aproximada de unos tres o cuatro metros (cosa que descubrí después de ir varias veces al pozo), la primera vez, si de vaina y lo cruzaba de forma rápida por temor.  

    Continuamos subiendo unos 50 metros más arriba, y llegamos al el más bello e impresionante pozo, que había visto en este ahora municipio Revenga. Pozo Azul o Madre Vieja, con un largo de unos 8 metros y un ancho de unos 12 metros. Una pared que lo cubría al fondo del mismo de unos dos metros, con una pequeña cascada que lo definía como el mejor y más bellos de todos. De la profundidad también que luego descubrí unos 4 metros, aguas cristalinas y muy frías, pero por su profundidad el color del pozo iba de un trasparente a un verde y azul oscuro.

   Durante muchas horas estuvimos disfrutando a plenitud los pozos, los muchachos que ya habían venido antes, siempre gozando, pero pendientes de algo que podía venir por el monte, yo, inocente pendejo, pesaba que estaban pendientes de una culebra u otra vaina ponzoñosa. Pero ellos, con su cara de asombro y alegría, esperaban algo más grande y divertido. 

   Luego de un rato, ellos dijeron que iban a buscar mangos, pero lo que me causo curiosidad de eso, es que no se llevaron: ni el cuchillo, ni la sal para los mangos. Solo se llevaron un mecate y unas zanahorias que habían traído en el morral.

    Después de unas dos horas aproximadamente, llegaron de nuevo los muchachos, con cara de felicidad, pero con un olor a caballo remojado que impregnaba el ambiente. Cosa que se quitaron inmediatamente tirándose al pozo riéndose. Algo que me seguía causando curiosidad, y hablaban de una tales “pollinitas”, pero yo como no entendía no les pare mucho.

   Duramos todo el día en los pozos (El GalloEl Caldero del Diablo Pozo Azul), luego regresamos a casa en la tarde muy felices del viaje. 

   Seguimos subiendo de manera regular y por muchos años a los pozos, en compañía de Amador por un  tiempo, pero luego como ya nos sabíamos el camino, lo hicimos solo nosotros los muchachos jodedores.

 Luego de un tiempo, fue que descubrí mi gran curiosidad de las risas secretas de los muchachos mayores, las zanahorias, el mecate y  las pollinitas.  Sus aventuras de zoofilias, en aquellas visitas a los pozos (pero esto es otra historia que les contare luego). Cuestión que me causo gran impresión en el primer momento, pero luego ya no le paraba a eso. Pero eso sí, nuca me empate en esas aventuras equinas, porque yo fui siempre un muchacho muy educado y de buenas costumbres, que me enseñaron en mi casa. Solo iba a los pozos de El Café, a bañarme y a comer mango….

   Hoy día, producto de la tala indiscriminada y las tomas de agua para los sembradíos, no se han tomado medidas de protección de estos pozos, generando, producto de la inconciencia de los parceleros e invasores de estas áreas, antiguamente boscosas. 

  Una pérdida considerable de los causes de estas quebradas, dejando a los famosos pozos, casi sin agua para el disfrute colectivo…

   Esta historia está dedicada a todas las personas que han ido a bañarse en los pozos de El Café. En especial a mis hermanos de crianza: Douglas Bravo (Togolo), Williams Pérez A., Winston Pérez A., Jesús Fernández (Chuma), Manolo Natera (Látigo), Luis Felipe Bravo (Pipe), Antonio Mejías (Casquito), Iraí (Bersalles)Carlos Brito (El Virolo), al MúcuroGregorio Silva (El negro), Carlos Silva (Tiacala), Víctor Natera (KOKI) y muchos más, que siguen siendo mis amigos y hermanos. También a mito tío Amador Durán y sus amigos.
   
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